31.1.16

Yo era.


Como la noche inquieta,
Con el hambre.
Antes de conocer el sol,
mucho menos las nubes.
Quedar quieta no era una posibilidad
Sentir el calor, buscarlo en lugares que tampoco conocía.
Aveces sólo veo un mañana soñado
De lejos
Sos como esos rayos
Soy como las hojas hambrientas
Encuentro tus cabellos entre mi ropa
El sol me buscó, trató de apagar sus penas en mi.
No sabe que jamás podrá, ni con todos los mares que viven en mis ojos.
Sólo hundirse en lo más profundo 
Dormirse en llamas.

Llorar.

Cuando se llora la cara se quema con un ácido transparente que te deja la cara como un mapa de lo que paso. Hay veces que simplemente uno se ríe y llora de felicidad, pero después viene la angustia de la realidad.
Es bueno caminar y llorar al mismo tiempo, es bueno caminar con lentes oscuros para que nadie se de cuenta  (al menos eso se piensa).
Cuando se despide a alguien hasta la otra era. Hasta que el cuerpo ya no da más, uno llora como Candy cuando se despedía de la colina de poni. Lento.
Y a veces uno llora por la inyección de endorfina como un angustiado que cae otras ves por una ultima dosis. Con los ojos apretados como si una bocanada de pasta base te quemara el cerebro, por unos segundos, por un rato nada más (me han contado). Y después el vacio abismal de los brazos vacios y los pies descalzos.
Cuando finges que no tuviste un orgasmo para no premiar al otro u otra…
te das la vuelta y las ventanas, al menos una, se inunda un poco.

“hoy día te ríes mañana lloraras el doble” es como la maldición de la humanidad.